lunes, 7 de septiembre de 2009

Perdón, ¿qué me dijo?

Pero claro que me he dado cuenta. No necesito que ningún estudio científico me muestre cómo los distintos fármacos que tomo, o que he tomado en algún momento, afectan mi capacidad cognitiva. O mi inteligencia. En lo primero que lo empecé a notar fue en mi ortografía. Hace un año, cuando empecé con Topamax me di cuenta que había perdido esa aptitud, de la cual solía vanagloriarme. Pésimo, para alguien que se desempeña en el periodismo escrito como yo. Nunca antes había tenido que usar correctores de ortografía antes de entregar un artículo. He tenido que ir acostumbrándome.
Después, me di cuenta de que otra de mis "chorezas" (una memoria increíble, capaz de retener hasta olores y sonidos y que me convertía en una persona insoportable para mucha gente), había empezado a fallar.
Bueno, supongo que todo sea por el bien mayor (poner fin a los dolores crónicos). Aunque en períodos oscuros como estos, pienso que la verdad no se está cumpliendo el objetivo. Y dan ganas de mandarlo todo a la cresta.
En fin. Tendrán que quererme así como soy ahora, gracias al topiramato y el ácido valproico. Más tonta y más gorda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario